domingo, 9 de marzo de 2008

XII PREGÓN DE SEMANA SANTA.

Domingo de Pasión día 9 de marzo de 2008
N.H. Germán López Ruiz

Ante todo, permitidme, dirigir nuestra mirada y ponernos en las manos de Jesús de Salud y Pasión en su Tercera Caída; también dirigir nuestros ojos y sentirnos unidos a nuestra Madre, María Santísima de los Desamparados, a la vez que recordamos las bellas palabras de esta nuestra gran Santa, Teresa de Jesús, que en su libro de “Las Moradas” decía:

“Poco me aprovecha estarme muy recogida a solas con nuestro Señor, proponiendo y prometiendo hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés.”
“Poned los ojos en el Resucitado y haráseos todo poco.”

Muy Ilustre Sr. Cura Párroco y Consiliario de esta Hermandad.
Hermano mayor, Junta de Gobierno y Hermanos honorarios de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de Salud y Pasión en su Tercera Caída y María Santísima de los Desamparados.
Sr. Presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de la ciudad de Almería.
Hermanos Mayores de las Hermandades y Cofradías aquí presentes.
Hermanos cofrades de Pasión y feligreses de esta Parroquia de Santa Teresa.
Hermanas y hermanos todos.
Amigo presentador y antecesor pregonero, gracias por tus amables e inmerecidas palabras, que has pronunciado sobre mi humilde persona.
Gracias, también, a quienes habéis depositado la confianza en mí, para pronunciar la, tan difícil y complicada tarea de llevar a cabo este DECIMOSEGUNDO PREGÓN DE PASIÓN. Espero que no lamentéis haberos decidido a elegirme, en vez de pensar en otra persona más idónea y cualificada. De todos modos, muchas gracias por vuestra confianza.

Como maestro que soy, bastante antiguo, que no tan viejo, tengo que hacer referencia al Diccionario de la Real Academia Española, que manifiesta que PREGÓN es una promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de algo que conviene que todos sepan.

Yo, con toda seguridad, no voy a descubrir nada nuevo; pero, seguramente, mis palabras puedan servir para recordar y sentir en nuestro corazón que, este JESÚS, cuya preciosa imagen podemos contemplar, rodilla en tierra, rostro ensangrentado, abatido bajo el peso de la cruz, cargada con nuestras injurias, nuestras ofensas, nuestras injusticias, padeció voluntariamente esta humillación, aceptó esa cruz con amor y en silencio, sólo por una causa: NUESTRA REDENCIÓN, nuestra liberación del pecado; y con su obediencia al PADRE, hacernos también partícipes de una Resurrección como la suya.

Echamos una mirada al pasado y recordamos:

Desde que el pasado 20 de febrero de 1995, día en que, el entonces Sr. Obispo de nuestra diócesis, D. Rosendo Álvarez Gastón, aprobó los Estatutos de nuestra Hermandad.

Desde que días después, el 8 de marzo de 1995, el mismo Sr. Obispo, ERIGIERA CANONICAMENTE la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de Salud y Pasión en su Tercera Caída y María Santísima de los Desamparados.

Desde que el 10 de marzo de ese mismo año, lunes santo, nuestra Hermandad se congregara en la Parroquia de Santa Teresa, para celebrar la PRIMERA EUCARISTIA como ASOCIACIÓN CRISTIANA, en la que se bendijeron los ENSERES, el LIBRO DE REGLAS, el ESTANDARTE, las VARAS y las MEDALLAS FUNDACIONALES y se tomó juramento al entonces Consiliario de la Hermandad, D. Fernando Berruezo Sánchez (Q.E.P.D) y a las 22 hermanas y hermanos fundadores, se impusieron las medallas a D. Francisco Alarcón Alarcón (Vicario de la Diócesis por ese tiempo) a D. José Guerrero y al imaginero D. Luis Álvarez Duarte, artífice de tan bellas tallas, motivo y orgullo de nuestra Hermandad.

Desde entonces y durante todo este tiempo hasta ahora, la inquietud, el sentir religioso, el tesón y esfuerzo diarios, la fe, que llevaban y llevan dentro un grupo de personas, a pesar de las dificultades que, con seguridad padecieron, lograron alcanzar la exteriorización de esa fe y procesionar, por primera vez, la imagen de Jesús de Pasión, el 29 de marzo de 1996, viernes de Dolores, en un VIA CRUCIS por las calles de nuestro barrio Mediterráneo-Oliveros.

Mientras acompañábamos a Xto, meditando una a una las catorce estaciones de ese doloroso “camino de la cruz”, se oían comentarios:
“Sólo va una imagen” “no está la imagen de la Virgen”.

Era cierto. Nuestra Hermandad tuvo que realizar su Primera Estación de Penitencia, el lunes santo, 24 de marzo de 1997 desde el Colegio Stella Maris, sólo con la imagen de Jesús. Después siguió haciéndolo hasta el año 2000, año en que se inauguró nuestro nuevo Templo de Santa Teresa.

Ese mismo año, el 9 de diciembre, se produjo una gran alegría en el seno de nuestra hermandad: La imagen de nuestra Madre, María Santísima de los Desamparados, era bendecida por el Sr. Obispo, D. Rosendo Álvarez Gastón. Sin embargo, hubo que esperar hasta el día 14 de abril de 2003, para que nuestra Madre de los Desamparados pudiera acompañar, por primera vez, a su Hijo, Jesús de Salud y Pasión, en una salida procesional.

Los fines parecían estar alcanzados. Pero, ¿Podemos los hermanos cofrades, podemos los que nos llamamos cristianos quedarnos sólo en esto? ¿En una procesión? Claramente, no. Cristo y su Madre, nuestra madre, nos piden algo más.

Estos acontecimientos, ciertamente son motivo de alegría, satisfacción y regocijo, pero nos deben llevar más allá; nos deben llevar a asumir un auténtico compromiso cristiano; a intentar vivir, especialmente cada LUNES SANTO, pero también cada día de nuestra vida, con más FE en Cristo Resucitado, con más ESPERANZA en nuestra propia resurrección, con más CARIDAD para con nuestros hermanos y hermanas.

Sin duda este es el sentir de nuestra Hermandad desde sus inicios y este es también uno de los objetivos:

Realizar nuestra Estación de Penitencia, cada LUNES SANTO, con gran esplendor, con elegancia, con olor a incienso, con las flores moradas, con los pétalos cayendo débilmente sobre el palio y el manto de nuestra Madre, con la música de marchas procesionales, con los costaleros, que entregan sus fuerzas hasta el extremo para levantar los pesados pasos, con los nazarenos, caminantes anónimos bajo su túnica morada, con las velas y estandartes, con los que, simplemente, observan; pero, sobretodo, con los benditos rostros de JESÚS y MARÍA interpelándonos.

Pero hay un objetivo mayor:
El gran sentido del lunes santo es nuestra manifestación de FE y nuestra ORACIÓN.
Una fe, que se manifiesta en ese acompañar a CRISTO en el camino del dolor, que voluntariamente eligió por nuestra salvación y una oración para que, tanto Él como nuestra Madre, nos ayuden a saber cargar con la cruz de cada día que nos ha tocado llevar, una oración de petición de perdón a Dios por nuestras ofensas y una oración de agradecimiento, porque, recordando las palabras que, tras la Consagración del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo, pronuncia el sacerdote en tiempo cuaresmal, claramente decimos:
“Cristo se entregó por nosotros: Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor.”

Este próximo LUNES SANTO, 17 de marzo de 2008, vamos a volver a realizar nuestra ESTACIÓN DE PENITENCIA.

Pero, Señor, queremos vivirla con más intensidad, queremos acompañarte en todas y cada una de las estaciones que tuviste que padecer por nuestra culpa.
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Nos vamos a trasladar, con nuestro pensamiento y nuestro corazón a aquel camino de la cruz, a aquella VIA DOLOROSA, en Jerusalén, que va desde la Iglesia de la Flagelación hasta el Santo Sepulcro, desde el Pretorio al Calvario:

En cada calle, una estación;
en cada estación, un sentimiento;
en cada sentimiento, un compromiso;
en cada compromiso, una actitud;
en cada actitud; Cristo mismo;
Cristo, que es: la humildad,
la obediencia,
la mansedumbre
la paciencia,
la caridad
la misericordia,
la perseverancia…

Y así, en oración y recogimiento, vamos a acompañar a Jesús de Salud y Pasión en su Tercera Caída y a nuestra Madre, María Santísima de los Desamparados, en ese VIA CRUCIS por las calles de Almería.

Señor, queremos estar a tu lado, queremos que no te sientas solo, queremos ayudarte a llevar esa pesada cruz, cargada con nuestras ofensas y las de toda la humanidad, queremos pedirte perdón por tanto sufrimiento y dolor, que padeciste, padeces y padecerás por nuestras culpas.

“Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión, borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado”
(Del Salmo 50)

1) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN, TE CONDENAMOS A MUERTE”

Son las 7 de la tarde.
La muchedumbre espera impaciente en la Calle Rafael Alberti.
Las puertas del templo de Santa Teresa se abren.
Suena el himno nacional, suenan aplausos.
Aparece Jesús sobre los hombros de los costaleros, en su precioso paso de madera de caoba tallada, con cartelas y faroles de plata, adornado con las moradas flores de iris.
¡Y, qué diferencia, Señor!
Te azotaron, te trenzaron una corona de espinas sobre tu cabeza, te pusieron el manto color púrpura y Pilato te presentó ante el pueblo, diciendo:

“Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en Él. Salió entonces Jesús fuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Díceles Pilato: “AQUÍ TENEIS AL HOMBRE”. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo!”
(Jn. 19, 1-6)

Estábamos empeñados en condenarte, Señor. A pesar de haberte visto sudar sangre en el huerto de los olivos, a pesar de saber que ya estabas sufriendo la agonía, abandonado de los tuyos, negado por Pedro y por todos nosotros, flagelado, coronado con espinas; a pesar de todo, levanté la mano contra Ti y ayudé a tu condena.

Y no solo en ese momento. Todavía levanto la mano contra Ti, cuando no escucho al otro, cuando no ayudo a los demás, cuando tengo envidia, cuando soy orgulloso y egoísta, cuando murmuro del prójimo, cuando no sé perdonar.

Y, sin embargo, Tú, callas. Ni una queja salió de tus labios, ni un reproche.

Dame fuerzas, Jesús de Pasión, para estar junto a Ti, para no levantar mi mano contra otros, injuriando, murmurando, envidiando.
Tu silencio, tu humildad las necesito, Señor, para poder caminar junto a Ti, para verte en cada hombre y en cada mujer pobremente vestidos, para verte en el enfermo, en el que llora, en el que pasa hambre.

2) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: CARGAS CON LA CRUZ”

Continúan, Señor, tus pasos por las calles de Almería: Rafael Alberti, Canónigo Molina Alonso, Artés de Arcos, Hermanos Machado.

Las saetas brotan a tu paso.

Los nazarenos, bajo su túnica morada y su ceñido cíngulo dorado, desfilan, cargando su cruz de madera. Pero el peso de sus cruces no es el mismo peso de tu CRUZ, Señor. El peso de tu cruz es excesivo para tus mermadas fuerzas. Y, sin embargo, Tú, te abrazas a ella con amor y en silencio, deseoso de cumplir hasta el final la voluntad del Padre; para que así, cargando sobre tus hombros nuestros pecados, nuestras debilidades y flaquezas, puedas redimirnos.

Enséñame, Jesús de Salud y Pasión, a abrazar también mi cruz, a quererla, a aceptarla, a caminar junto a Ti, sin renuncias ni temores; para que no olvide nunca tus palabras salvadoras:

“Si alguno quiere seguir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiere salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará•”
(Mc, 8, 34-35)

3) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: CAES POR PRIMERA VEZ A TIERRA, BAJO EL PESO DE LA CRUZ.”

Sigues caminando, Señor, por nuestras calles. Atraviesas la Avenida Federico García Lorca, pasas por la Plaza Circular, Calle Gerona, General Tamayo.

Pero, ya, tu caminar se hace más costoso, más lento por el peso que soportas. Igual que los costaleros paran una y otra vez para renovar sus fuerzas, Tú hincas tu rodilla en tierra. Tus fuerzas están casi agotadas por la sangre derramada en la flagelación, por los sufrimientos físicos y morales que te hemos infligido.

Y nuestros corazones no se ablandan, más aún, se endurecen. Se suceden los golpes, las imprecaciones, la risa y la burla del público expectante.

Decía el profeta Isaías:

“Eran nuestras dolencias las que Él llevaba y nuestros dolores los que soportaba. Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz y con sus cardenales hemos sido curados.”
(Is, 53, 4-5)

A pesar de todo, Señor, Tú te levantas; sigues adelante hacia tu objetivo final, soportando tu cruz.

Dame fuerzas también a mí, Jesús de Pasión, danos fuerzas a cada uno de nosotros, para no abandonar nuestra propia cruz; para consolar el llanto del desvalido. No permitas que me quede indolente, mientras veo que otros caen y yo no acudo a levantarlos.

4) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: TE ENCUENTRAS CON TU SANTISIMA MADRE.”

Plaza de la Virgen del Mar.
Vas a tener, Señor, un encuentro muy especial.
Envuelto entre la multitud diversa de pareceres, soldados, jefes judíos; pero también personas de buenos sentimientos, aparece tu Madre, nuestra Madre, María Santísima de los Desamparados.
No aparta su mirada de Ti. Una mirada triste y afligida, una mirada interrogante y esperanzadora a la vez, una mirada confortante y consoladora, por el amor mutuo que os transmitís.

Nuestra Madre acompaña a Jesús en su sacrificio a la vez que asume su misión de corredentora.
Nadie, mejor que Ella, sabe lo que es cargar con la cruz del dolor y del sufrimiento y, sin embargo, con qué Fe, con qué serenidad soportó su misión de MADRE de los DESAMPARADOS.
Es Madre de los Desamparados cuando conforta a su propio Hijo, Jesús.

Es Madre de los Desamparados para aquellos hombres y mujeres sumidos en el pozo profundo del pecado y del paganismo.

Es Madre de los Desamparados cuando, después de partir Jesús de este mundo, en aquellos años de la Iglesia naciente, asiste y aconseja, no sólo a San Juan, sino a todos los demás apóstoles y discípulos de Jesús.

Es Madre de los Desamparados cuando cobija, bajo su manto e intercede, ante Dios, por el pecador, por el indigente, por el desgraciado, por el drogadicto, por el enfermo, por el débil…
Es Madre de los Desamparados porque, recordando las palabras de San Juan Crisóstomo, claramente aceptamos:

“Aquellos a quienes no salva la justicia de Dios,
salvarlos puede la misericordia de María”

¡Madre!, con aquellas palabras que pronunciaste:

“He aquí la esclava del Señor, hágase en mi, según tu palabra,”
(Lc, 1, 38), dijiste el “SI” más grande de la historia. Con ese “SI”, te lanzaste a la aventura de descubrir, poco a poco, el misterio de Dios. Con ese “SI”, asumiste el riesgo de lo inesperado y de la confianza absoluta en la voluntad del Señor. Con ese “SI”, Madre de los Desamparados, nos tocas a cada uno en nuestro corazón, para que tengamos siempre presente una actitud de conversión.

Comprendo, Señor, que mis pecados y los de todos te ataron a una cruz y que nuestras faltas hirieron el corazón de nuestra Madre; pero te pido que nos des la gracia de reparar el daño que hicimos con la ORACIÓN y la CARIDAD.

5) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: EL CIRENEO TE AYUDA A LLEVAR LA CRUZ.”

Es el centro de Almería.
Entre la calle General Tamayo y el Paseo, lugar llamado de la Carrera Oficial, los soldados se muestran temerosos de que Jesús no soporte el sufrimiento y muera antes de crucificarlo.
Buscan a un hombre; hallan a Simón de Cirene y le obligan a ayudarle.
Tal vez, Simón, tomó la cruz de Jesús a la fuerza; pero movido por tu ejemplo, Señor, y tocado por tu gracia, la abrazó con resignación y agrado.

¡Qué gran ejemplo de conversión para todos nosotros!

Un desconocido, Simón, viene a ser como la imagen viviente de los discípulos de Jesús. Su ejemplo nos invita a llevar los unos las cargas de los otros.

“Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón y le obligaron a llevar su cruz.” (Mt, 27, 32)

Señor, yo quisiera ser un Cireneo más. Dame la fuerza para acercarme a tu cruz con la mía. Dame la luz, que necesito, para entender que eres Tú mi único descanso, que tu cruz no es una carga, sino un tesoro.

6) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: LA VERÓNICA LIMPIA TU ROSTRO.”

Has pasado lentamente, Señor, la empinada subida del Paseo y te diriges a tu meta por la Calle Navarro Rodrigo.
¡Qué rostro, Jesús de Pasión!
¡Qué rostro tan desfigurado por el sufrimiento, la sangre, los salivazos, el polvo, el sudor…!
¡Cuántas personas, cuántas mujeres, que contemplan tu imagen al pasar junto a ellas, desearían limpiarlo!
Pero muchos somos cobardes.
La Verónica, desafiando a los soldados, se acerca a Ti y, con gesto humilde y piadoso, enjuga con un lienzo tu divino rostro.

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
(Salmo 115, 12-14)

Señor de Salud y Pasión, concédeme que la vergüenza no sea la causa de negar mi ayuda a los que la requieren, a aquellos en los que Tú estás: en los menesterosos, en los silenciados por el odio, en los marginados.

Lo mismo que agradeciste el gesto de la Verónica, dejando la imagen de tu bendito rostro en el lienzo, deja tu huella en mi alma.

7) JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: POR SEGUNDA VEZ CAES A TIERRA.”

Llegamos, Señor, a una calle de Almería con pendiente hacia abajo. La calle Reyes Católicos. Los costaleros se sienten algo aliviados.

Pero la auténtica calle de aquella Vía Dolorosa, que estabas pasando, era una calle empinada, que daba a una de las puertas de la ciudad de Jerusalén.

Llegas a la cima de la calle extenuado, sin fuerzas y caes, por segunda vez, bajo el peso de la cruz.
Pero Tú, Señor, sigues empeñado en llevar a cabo tu misión, en llevar hasta la meta los planes del Padre. Y sacas fuerzas, te levantas y prosigues tu camino.

¿Qué nos dice a nosotros esta segunda caída?

Sin duda alguna, Jesús, al caer por segunda vez, nos está exhortando a que nos levantemos también cada vez que caigamos; nos invita a la conversión permanente, por el arrepentimiento sincero y profundo.

Decía un escritor polaco, CIPRIAN NORWID, emigrante y que murió abandonado en un asilo, pero con una gran profundidad de pensamiento místico en su corazón:

“No detrás de sí mismos con la cruz del Salvador, sino detrás del Salvador con la propia cruz”

Y meditemos las palabras de San Pablo en su 2ª Carta a los Corintios:

“Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad.”
(2ª Cor, 12, 9)

8) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: CONSUELAS A LAS MUJERES DE JERUSALÉN.”

Te admira, Señor, en la calle General Tamayo, gran multitud de personas. Lo mismo sucedía en la Vía Dolorosa. Unas mujeres se duelen, se lamentan y lloran por Ti, desafiando las leyes que lo prohibían.

Sin duda, Jesús de Pasión, agradeces sus sentimientos; pero quieres hacerles ver, lo mismo que nos quieres hacer ver a todos nosotros, que hay algo más necesario y urgente que las lamentaciones, nuestra conversión.

“Hijas de Jerusalén: No lloréis por Mi, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos”
(Lc, 23, 28)

“Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿Qué se hará?
(Lc, 23, 31)

Señor, haznos comprender realmente tus palabras.
Mientras te seguimos en el camino de la cruz, despierta en nuestros corazones compasión por tu sufrimiento, pero haz que comprendamos que nos estás invitando a vivir día a día nuestra conversión, a tener siempre nuestra lámpara encendida, esperando tu venida final, para lograr una resurrección como la tuya.

“Yo a los que amo los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo.”
(Ap. 3, 19-20a)

9) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: CAES POR TERCERA VEZ.”

Te desplomas, Señor, a tierra, por tercera vez, abatido por el peso que soportas.
Te observa la gente, en la Calle Marqués de Comillas, con curiosidad, por saber si todavía tendrás fuerzas para levantarte.

Has querido, Señor, despojarte de tu rango y tomar la condición de esclavo, de padecer la debilidad hasta el extremo.

¡Con qué acierto, nuestra Hermandad, eligió su denominación: “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN EN SU TERCERA CAÍDA.”

¡Cuánto nos quieres enseñar con esa tercera postración en tierra!
Nos enseñas la humildad, el servicio desinteresado a los demás, la obediencia hasta la muerte.

San Pablo, en su carta a los Filipenses, nos lo recuerda:

“Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Se despojó de sí mismo tomando condición de siervo. Y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y una muerte de cruz”
(Flp, 2, 3-4; 7a; 8)

Señor, haz que, el sentir y el vivir de nuestra Hermandad, sean precisamente lograr estas virtudes que, Tú, nos has enseñado con tu Tercera Caída.

Que sepamos ser servidores de los demás, desinteresados y humildes; que sepamos obedecerte, dejándonos llevar por la confianza absoluta en Ti.

10) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: TE DESPOJAMOS DE TUS VESTIDURAS.”

Bajando la Avenida Federico García Lorca, junto a la Plaza Circular, se divisa ya nuestro Templo, se divisa el lugar de tu crucifixión.

Has llegado al monte Gólgota, el lugar donde vas a finalizar el cumplimiento de tu misión redentora. Pero antes seguimos dándote golpes con el látigo del desagradecimiento, la soberbia, la vanidad, la afanosa búsqueda de pequeñeces. Por eso te quitamos tus ropas para repartírnoslas y ponerte desnudo sobre el madero.

Pero esa desnudez es un signo más que nos quieres ofrecer. Es una desnudez de renuncia a toda la maldad que existe en el mundo; a la vez que te presentas puro ante el Padre.

“Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del cordero”
(Ap 7, 14b)

Haz, Señor, que todos nosotros podamos presentarnos también así ante Ti, cuando nos toque rendir cuentas por nuestra vida. Que nos presentemos desnudos de maldad, de avaricia y de egoísmo.

11) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: TE CLAVAMOS EN LA CRUZ”

Los golpes de los soldados sobre los clavos aplastan contra el madero de la cruz tus manos y tus pies.

Esos clavos parecen de hierro, pero están fabricados con nuestros propios pecados.

Unos clavos que perforan tus manos, que sólo han repartido a este mundo paz, ternura, generosidad, consuelo, compasión y perdón.

Unos clavos que perforan tus pies, que no han parado de andar buscando al necesitado, al enfermo, al pobre, al pecador, al leproso, a la viuda, al descarriado, a la adúltera… y sin embargo nosotros no dudamos en herirlos y horadarlos.

“Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado”
(1 Pe, 2, 24)

12) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: MUERES EN LA CRUZ”

Hasta un instante antes de expirar, Señor, tienes unas palabras de perdón para los que hemos sido la causa de tu sufrimiento y de tu muerte. Tú sabes que toda la humanidad tiene necesidad de amor, tiene necesidad de esa misericordia, que en este preciso momento derramas desde la cruz.

Por eso no dudas en pedirle al Padre:

“Perdónalos porque no saben lo que hacen”
(Lc, 23, 24)

Y no sólo eso; agonizante, tienes unas palabras de esperanza para todos nosotros, reflejados en la figura del malhechor que tenías a tu derecha, la promesa de una vida nueva, si arrepentidos buscamos tu perdón:

“Jesús, acuérdate de mi cuando vengas con tu reino”
(Lc, 23, 42)

Y Tú nos prometes:

“Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”
(Lc, 23, 43)

Pero no te cansas, Señor, de seguir dándonos regalos, de dejarnos a todos tu testamento de amor.

Quieres dejarnos el abrazo y el amparo maternal de tu Madre, de nuestra Madre, María de los Desamparados.

No dudas en dirigirte a Ella, que sufría en silencio tu dolor a los pies de la cruz y decirle:

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”
(Jn, 19, 26)

Y después, en la figura de San Juan, que no se separaba de Ella, nos dices a cada uno de nosotros:

“Ahí tienes a tu Madre”
(Jn, 19, 27)

Has llegado, Jesús de Salud y Pasión, a tu objetivo final. Has cumplido con la MISION encomendada por el Padre, con la obra de la REDENCIÓN y pronuncias tus últimas palabras:

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
(Lc, 23, 46)

Señor, Tú que nos has confiado, con amor, a todos los hombres y mujeres, a pesar de nuestros pecados y flaquezas, a la misericordia del Padre, llena a esta Hermandad de Pasión y a toda la humanidad de tu Espíritu de amor, para que nuestra indiferencia no haga vanos en nosotros los frutos de tu muerte.

13) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: ERES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN BRAZOS DE TU MADRE”

Todos los evangelistas que narraron tu pasión y muerte, callan ante este hecho.
Guardan silencio, porque parece que quieren respetar los recuerdos, el dolor, los profundos sentimientos que siente en esos momentos nuestra Madre; o, quizás, porque no encuentran palabras para expresar esta situación de dolor inmenso para Ella.

Pero Ella no pierde la esperanza. A pesar de tenerte sin vida en su regazo, no huye ante el sufrimiento, sino que sigue creyendo y confiando plenamente en las palabras, que por boca del Ángel San Gabriel, pronunció Dios en el momento de la Anunciación:

“Porque ninguna cosa es imposible para Dios”
(Lc, 1, 37)

14) “JESÚS DE SALUD Y PASIÓN: PONEMOS TU CUERPO EN EL SEPULCRO”

Tú, Señor, anunciaste a tus discípulos tu glorificación por la muerte, con estas palabras:

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn, 12, 24)

Por eso, depositaron tu cuerpo yacente en el sepulcro. Un sepulcro que fue la última etapa de tu vida aquí en la tierra; un sepulcro que es signo del sacrifico supremo que realizaste por todos nosotros y por nuestra salvación; un sepulcro que se va a convertir, en tres días, en tu exaltación gloriosa.

¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí. Ha resucitado.” (Lc, 24, 5-6)

Y Tú, Señor, entras glorioso en nuestro Templo, para seguir vivo para siempre entre nosotros. Estás vivo con tu presencia en la eucaristía y así nos garantizas también una resurrección como la tuya.

¡Gracias, Jesús de Salud y Pasión!
¡Gracias, Madre de los Desamparados!
Gracias también a todos vosotros, por haber tenido la paciencia de escucharme.

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• Biblia de Jerusalén. (Editorial Española Desclée de Brouwer
• Las Moradas de Santa Teresa (Editorial de Espiritualidad)
• La Oración de cada día. Directorio Franciscano.
• Artículo “Nuestra Señora de los Desamparados”. Marcelino Olaechea.



 
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