lunes, 22 de febrero de 2010

Homilía en la celebración eucarística del XV Aniversario de Fundación

Manuel Antonio Menchón Domínguez
Director Espiritual de la Hermandad de Pasión
Párroco de Santa Teresa

En esta tarde, en esta Parroquia de Santa Teresa de Jesús, corazón entrañable del barrio, celebramos la Eucaristía con un motivo de acción de gracias añadido: la celebración del décimo quinto aniversario de la aprobación canónica de la Hermandad de Pasión. Vamos a dar gracias a Dios por todos los beneficios que en su infinita misericordia ha derramado sobre los cofrades que han pertenecido y pertenecen a esta Hermandad y no como un punto de llegada, sino como una señal de partida, a animar el esfuerzo que se hace para que la Hermandad sea viva, tenga vida y la transmita a los demás.

El recuerdo viene espontáneo hacia aquellos que acogieron la idea de fundar una cofradía y ponerla bajo el título y patronazgo de la Nuestro Padre de Jesús de Salud y Pasión y la María Santísima de los Desamparados.

¿Cómo no recordar ahora a nuestro Obispo Emérito, Mons. Rosendo Álvarez Gastón, que el 20 de Febrero 1995 erigió canónicamente esta Hermandad y que, como agradecimiento, ostenta la medalla de plata de esta Hermandad desde 1996?

También deben estar en nuestro recuerdo D. Domingo García Rubio, primer párroco y creador de esta comunidad parroquial, en cuyo seno ha nacido esta Hermandad. A D. Fernando Berruezo, alma de la creación y primer consiliario. A D. Francisco Alarcón, que desde su cargo de Vicario General, por entonces, alentó a los cofrades en la tarea de erigir la Hermandad y que después, durante 10 años ha ejercido generosa y entregadamente su misión de Párroco y Consiliario. A tantos otros sacerdotes que han colaborado en la formación cristiana de los cofrades. Hoy les recordamos con afecto y cariño.
La Hermandad está dedicada a Jesús en su Pasión, camino del Calvario y a Nuestra Señora de los Desamparados. Las bellas imágenes de Jesús en su tercera caída y Ntra. Sra. de los Desamparados deseadas por el corazón de unos verdaderos creyentes, que han querido expresar como al sufrimiento humano del hijo de Dios se suma el dolor de la madre, que se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por ella misma. De este modo, María mantuvo fielmente la unión con su hijo hasta la cruz.

La cruz que Jesús lleva sobre sus hombres nos está hablando de un planteamiento admirable, muy claro, muy actual: a Cristo, o se le ama o se le rechaza. Ningún corazón en el mundo a lo largo de la historia quedó indiferente ante la cruz de Cristo.

Si a Jesús, el hombre que hizo el bien, el hombre que pasó por la tierra predicando, perdonando, lo premian con la cruz, el discípulo no va a ser más que el maestro. Más bien se ofrece en paz, con firmeza, con gozo y perdona.

¿Qué debe hacer una Cofradía para seguir con la cruz a Jesús? En primer lugar tener muy caro que la Cruz no es solamente el madero. Es la representación del odio, de la violencia humanos. Cruz es aquello que limita la vida (las cruces de la vida), que hace sufrir y dificulta el andar, por causa de la mala voluntad humana (cargar la cruz de cada día). ¿Cómo soportó Cristo la cruz? Él no buscó la cruz por la cruz. Predicó y vivió el amor y las condiciones necesarias para que pueda haber amor. Quien ama y sirve, no crea cruces para los demás por su egoísmo, por la mala calidad de la vida que genera. Anunció la buena Noticia de la Vida y del Amor. Se entregó por ella. El mundo se cerró a él, le creó cruces en su camino y finalmente lo levantó en el madero de la cruz. Pero El no huyó, no dejó de anunciar y atestiguar, aunque esto lo llevara a tener que ser crucificado. Continuó amando, a pesar del odio. Asumió la cruz en señal de fidelidad para con Dios y para con los seres humanos.

Hoy el Evangelio nos ha hablado de las tentaciones de Jesús. La tentación de abandonar la cruz, de rechazar la voluntad del padre. La tentación es siempre una oferta, aparentemente atractiva, que nos quiere apartar del camino de Dios. Jesús la sufrió, nosotros también la sufrimos con insistencia y tristemente, con frecuencia, caemos en su trampa. La sufrimos a nivel personal y como comunidad, también una Hermandad puede caer en esa tentación de olvidar lo que es esencial en ella: la fraternidad vivida en la Iglesia y preocuparse sólo por el boato y esplendor de sus manifestaciones públicas.

Una cofradía de Pasión es un grupo de creyentes que quieren seguir a Jesucristo, cargado la cruz. Es muy distinto seguirlo a Él que caminar con Él. “Caminar con” puede significar, como bien dice el dicho popular, “dejarse llevar por la corriente” o bien “donde va Vicente, va toda le gente”. Cuando se camina con alguien, a la par de de esa persona, podemos ir sobre el mismo camino, pero puede ser que no tengamos el mismo destino; no hay alguien que guíe y que indique cual es el camino a seguir. Uno puede caminar junto a alguien y no compartir su sentir, sus convicciones, sus ideales, sus sueños, su fe; es más, ni siquiera conocerle el nombre. Seguir a alguien, en cambio, es conocer a quién se sigue y asumir su sentir, su actuar, sus convicciones, los mismos riesgos, sus ideales, sueños, su mismo espíritu, su fe. Es el mismo camino con el mismo destino.

Y ese camino del seguimiento a Jesús se nos ofrece las cristianos a través de la Iglesia.

Es importante saberlo y yo, en este momento solemne del 15º aniversario quiero recordarlo. Y para ello, me sirvo de las palabras que Juan Pablo II, el siempre recordado Siervo de Dios, dirigió a los Obispos pidiéndoles que se ocupasen de las Cofradías y Hermandades: “Por ello se ha de procurar que todo grupo eclesial, como las Hermandades y Cofradías, sean ámbitos propicios para la formación cristiana de sus miembros y cauce de su plena integración en la vida de la comunidad eclesial, participando en la celebración de los sacramentos, principalmente de la Eucaristía, estando unidos a sus Pastores, colaborando con ellos en el marco de la pastoral de conjunto y promoviendo incesantemente el compromiso de caridad y solidaridad que es característico de una comunidad verdaderamente cristiana y fraterna... De este modo podemos esperar que los fieles laicos, a quienes se reconoce su valor y plena dignidad en la Iglesia, asuman también un mayor compromiso en las tareas propias de una comunidad cristiana que vive intensamente el Evangelio, lo anuncia con valentía y lleva sus valores a todos los ámbitos de la existencia humana personal y social.”

En el texto del Papa que hemos recordado surgen algunos compromisos en los cuales se han de distinguir los miembros de una Cofradía: son éstos:
1) Procurar una creciente formación cristiana: no se puede conformar uno con lo aprendido para la Primera Comunión, la Confirmación o el cursillo pre-matrimonial. Hay que estar en actitud de permanente evangelización para poder ser evangelizadores de la sociedad que nos corresponde vivir. Las Hermandades y Cofradías, esta de Pasión y las demás, tendrían que ser escuelas de fe.
2) Participación en la vida sacramental de la Iglesia, es decir, no limitarse solo y únicamente a los actos maravillosos y entrañables de la Semana Santa; son hermosos pero no son suficientes para vivir en cristiano.
3) En comunión con los pastores, quiere decir con el Papa, con el propio obispo, con los sacerdotes de la propia parroquia. Si se rompe una de estas conexiones, uno está de forma imperfecta en la Iglesia.
Y 4) Colaborar en las iniciativas de caridad de la Iglesia. Esas son las notas que han de distinguir a una Cofradía, y esas son las que hoy, con ocasión del 15º aniversario de vida de esta Hermandad de Pasión quiero recordar.
Caminando por esa senda nada podrá detener, sino al contrario, se favorecerá el crecimiento y la vitalidad de la Hermandad.

Que Dios y la Virgen de los Desamparados ayuden a caminar siempre en la Iglesia, pasando por ese mundo, como Jesús, haciendo el bien.
 
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